Los Diez Mil by Paul Kearney

Los Diez Mil by Paul Kearney

autor:Paul Kearney [Kearney, Paul]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2008-06-01T04:00:00+00:00


15

La despedida del rey

Phiron se dirigió al frente de la falange y levantó la lanza. La orden recorrió las interminables líneas de infantería pesada: «Alto».

Pasión se reunió con él, y a medida que transcurrían los minutos también lo hicieron algunos centuriones, observando como espectadores curiosos en una pelea callejera.

—¿Es ése el…? —empezó a preguntar Durik.

—Parece que el gran rey ha demostrado que es un hombre —dijo Phiron. Se despojó de su apestoso casco, revelando un cabello negro húmedo y aplastado como el lomo de una foca—. Están luchando cuerpo a cuerpo, con las guardias personales y todo.

—¿Y qué ocurre con esos cabrones? —preguntó Pasion, señalando las hileras enemigas ni a medio pasang de distancia sobre la cima, unos lanceros kufr tan indecisos y fascinados como sus oficiales por el encarnizado combate de caballería del valle de abajo, y por los dos estandartes que ondeaban en su centro, a meras yardas de distancia.

—Si acaban luchando entre sí, allí se ganará o perderá toda la batalla en un momento —dijo Orsos. Se reunió con ellos, respirando pesadamente—. Jason cubrirá nuestra retaguardia, Phiron. Ha ahuyentado a la caballería arakosana. Hay un auténtico matadero ahí abajo. —Incluso él parecía impresionado por la carnicería de aquel día.

A lo largo de la cresta del risco, miles de hombres permanecían quietos, observando el progreso del enfrentamiento, que resonaba como un rugido apagado en las laderas de las colinas. La legión jutha se había detenido en mitad de la pendiente, y se había convertido en miles de hombres sin ningún orden, todos ellos con el rostro vuelto hacia el lugar de, donde habían venido en lugar de hacia el centro enemigo, por encima de ellos.

—¡Estamos aquí como vírgenes en una jodida cámara nupcial! —Era el joven Pomero, que se les había acercado con el rostro lleno de furia y desconcierto—. ¿Quién ha detenido las filas? Deberíamos atacar ahora, y los juthos tendrían que golpear desde el flanco. ¡Tenemos la batalla ganada, aquí y ahora!

Phiron no se volvió. Cerró los ojos durante un segundo.

—La batalla está perdida. ¿No lo oyes?

Observaron en silencio. La maraña de caballería que formaba la batalla de abajo se estaba abriendo. Para los macht, todos los kefren se parecían, pero podían ver que el estandarte de cola de caballo de su patrón había dejado de ondear sobre las filas. El emblema alado del gran rey estaba avanzando, mientras que ante él nubes de caballería se alejaban a toda prisa. Por todo el campo de batalla, las tropas kufr de Arkamenes emitieron un extraño sonido colectivo, medio gruñido y medio sollozo, que recorrió pasangs a lo largo del suelo llano del valle.

—Ese hijo de perra ha conseguido que lo maten —gruñó Orsos.

Fue notable cómo la información pareció diseminarse por el campo de batalla más aprisa de lo que un hombre podía correr. La legión jutha se desintegró en primer lugar, justo cuando los primeros grupos de caballería en retirada empezaron a pasar junto a ellos al galope, los jinetes azotando a sus caballos más allá de toda razón, desprendiéndose de corazas de valor incalculable para aligerar su peso.



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